Esta semana quiero hablarles de una de mis debilidades: Las fresas. Sobre todo si son esas primeras fresas, jugosas, hermosas, que encuentro cada año en el Mercadillo de Tegueste por estas fechas.
Abril es un mes que a todos gusta, que suena a rayos de sol en una terraza, a campo húmedo y… a fresas. Comienza la temporada de primavera, dejamos atrás el invierno y el rojo invade nuestras mesas. Es por eso que, este fin de semana, regresé a casa con una gran caja de fresas, pensando en una y mil formas de prepararlas, de cocinarlas.
La naturaleza es tan sabia, que llena la tierra de fresas, ricas en vitamina C, vitamina E y betacaroteno – los 3 antioxidantes por excelencia- justo cuando más necesitamos limpiar nuestro organismo: tras los duros meses del invierno, ingiriendo (demasiadas) grasas y siendo (más) sedentarios. El 85% de su composición es agua, su aporte calórico es mínimo y no contienen grasas ni colesterol. Por si fuera poco, nos aportan calcio, yodo, fósforo, magnesio, hierro y potasio. ¡Casi nada!
En el Mercadillo de Tegueste, tengo la suerte de estar cada fin de semana, al frente del puesto de Confituras La Natural (sí, aprovecho para recordarles que pueden venir a visitarme cada sábado y domingo), así que conozco bien a mis compañeros agricultores y sus productos. Ahora, es el tiempo de la fresa. Si están en Tenerife, les recomiendo darse un salto para que disfruten del espectáculo de color y sabor que me rodea.
Yo, por el momento, ya he encargado unas cuantas cajitas más de la fruta de mis ojos, y les aviso que se acerca una nueva partida de mermelada de fresas y remolacha (en otro momento les hablaré de ella) La Natural.